Podría estar sin ti aunque no te conociera, incluso sabiendo que esto que digo es mentira.

Como decir que te imagino a cada paso que das, en cada gesto de tu cara (tantos gestos) y no afrontar la realidad porque no estás —acaso estuviste, acaso estarás— y publicar pública, abiertamente que, te recuerdo, que me acuerdo hasta del más ínfimo detalle de tu cuerpo y de tu cabeza o tu corazón. Cosas, pliegues, olores, sabores y momentos de los que me guardo el privilegio de ser el único testigo, el procreador y el asesino, el juez y el verdugo.

Y no me da vergüenza, sabes?, ni la más mínima, ni tantito, ni penita porque algún día (y a lo mejor es dentro de un rato o al ratito) o, peor, alguna noche ya no estaré aquí. Y lo cierto es que esta triste, absurda, estúpida, inútil noche no estás. Y mañana, o mejor pasado mañana, sería el día perfecto para celebrarlo de una manera especial, o tan sólo distinta. Ya sabes cómo, como siempre, como cada día menos como hoy que no estamos y, vaya que si estamos.

Cuando estas palabras dejen de ser necesarias; cuando ninguna de estas malditas palabras tengan que ser necesariamente puestas por escrito y, en su lugar vengan a salvarnos las caricias y miradas que tanto compartimos, justo en ese momento voy a abrir mi bocaza en la misma medida que mi corazón.  Justo ahí, en ese instante, en ese lugar, sea donde sea, no necesitaremos más calderilla emocional para pedir o regalar un penique por nuestros pensamientos. No tendremos necesidad de preguntar «cómo estás«, porque estaremos.